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Public Health

4. EFECTOS SOBRE LA SALUD

La cuestión no es nueva. Ya en 2006, el Comité Científico de los Productos de Consumo emitió un Dictamen sobre los efectos biológicos de la radiación ultravioleta (UV) de las camas solares. En él se señalaba que el uso de aparatos de bronceado por UV puede aumentar el riesgo de melanoma maligno cutáneo y, a veces, ocular. Se recomendaba que los jóvenes menores de 18 años evitasen utilizar las camas solares.
Algunos años más tarde, en 2009, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) clasificó el uso de aparatos de bronceado emisores de UV como carcinógeno para los seres humanos.
Teniendo en cuenta los nuevos datos, la Comisión Europea solicitó al Comité Científico de Riesgos Sanitarios, Ambientales y Emergentes (CRSAE) que actualizase el Dictamen anterior sobre este tema.

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4. Efectos sobre la salud

4.1 Además de cáncer, ¿qué otros efectos sobre la salud pueden tener las camas solares?

Se ha demostrado que la radiación ultravioleta (UV) tiene un efecto inmunosupresor, y es evidente que la supresión de la inmunidad de la piel que induce esa radiación (UVA y UVB) contribuye al desarrollo del cáncer de piel. Además de sus efectos sobre la piel, la radiación ultravioleta puede influir también en la reactividad inmunológica en diferentes órganos internos que desempeñan un importante papel en la inmunidad.

La exposición a las radiaciones UVA y UVB también acelera el fotoenvejecimiento y la aparición de arrugas cutáneas, al dañar el colágeno y la elastina.

Se afirma que las camas solares tienen efectos beneficiosos porque pueden estimular la producción de vitamina D. En efecto, la fracción de UVB emitida en las camas solares puede inducir la producción de esa vitamina; sin embargo, el aumento de la producción de vitamina D que induce la radiación ultravioleta es limitado y no se incrementará más allá de un determinado nivel. Las organizaciones profesionales y de salud pública en varios países de todo el mundo no recomiendan el uso de camas solares para aumentar los niveles de vitamina D, ni siquiera en invierno. Estimular la producción de vitamina D mediante la mera exposición del rostro, los brazos y las manos a la luz solar natural, sin protección y durante unos 15 minutos al día, en función de la latitud, la estación y la hora del día, junto con una dieta equilibrada, debe proporcionar unos niveles suficientes de vitamina D. Si se detecta alguna carencia, las autoridades de salud pública en algunos países de latitudes septentrionales recomiendan suplementos dietéticos. Algunos de quienes usan las camas solares alegan que mejoran su estado de ánimo, porque su autoestima aumenta cuando están bronceados o porque acudir a un centro de bronceado les brinda la posibilidad de relajarse, y hay indicios de que estos efectos hacen que algunas personas sientan la "necesidad" de usar camas solares. Todavía no está claro si la búsqueda de la exposición a la radiación UV es un fenómeno psicológico/conductual o si tiene un fundamento biológico. Cultivos de células de la piel expuestas a la radiación UVB han mostrado mayores niveles de beta-endorfina, que es el analgésico natural del cuerpo y produce sensaciones de placer.

Otro efecto temporal de la exposición a los rayos UVA es que, tras el uso de camas solares, los niveles de presión arterial parecen reducirse durante unos 30 minutos. Los efectos no parecen ser acumulativos ni tener mayor duración.

La exposición a la radiación UV puede provocar distintos trastornos de la vista y desencadenar la temprana aparición de enfermedades relacionadas normalmente con el envejecimiento, como las cataratas y la degeneración macular asociada a la edad (DMAE).

4.2 ¿Qué es el efecto inmunosupresor de la radiación UV?

Los efectos inmunosupresores ralentizan la activación del sistema inmunitario o reducen su eficacia. Los dermatólogos saben desde hace tiempo que la radiación UV tiene un efecto inmunosupresor, y lo han utilizado para tratar las enfermedades inflamatorias de la piel y las alergias de contacto. Los dermatólogos clínicos también saben desde hace tiempo que los cánceres de piel en pacientes que toman una medicación inmunosupresora (después de un trasplante, por ejemplo, a fin de reducir el riesgo de rechazo) aparecen casi en su totalidad en las zonas de la piel que habían estado expuestas a la radiación UV o que lo están ahora.

Uno de los mecanismos de este efecto es a través de las células linfáticas T. La exposición a los rayos UV potencia otros factores que intervienen en la inmunosupresión, lo que quizá explique por qué tanto las ondas de radiación UVA como las de radiación UVB tienen este efecto, con independencia de que los mecanismos que lo provoquen puedan ser diferentes. La radiación UV también afecta a las células de Langerhans de la epidermis (células que absorben los antígenos y los procesan hacia la activación de la inmunidad). La radiación UV puede dañar estas células y provocar también que dejen de estar presentes en la piel.

El papel de los rayos UVB en la inmunosupresión está bien establecido en los ratones y los seres humanos, pero, hasta hace poco, el efecto de la radiación UVA era menos claro: ahora hay pruebas de una interacción positiva de las radiaciones UVB y UVA en la inmunosupresión humana. Las longitudes de onda óptimas para la acción inmunosupresora de las radiaciones UVB y UVA estarían alrededor de 300 y 370 nm, respectivamente, lo que es especialmente significativo, pues esa es, de hecho, la longitud de onda UVA predominante en las camas solares. Los efectos dependen de la dosis: el efecto inmunosupresor de la radiación UVA era perceptible a dosis en el intervalo de 300 a 1.000 J/m², pero desaparecía a dosis más altas, según un estudio citado en el Dictamen. Según otro estudio citado en el Dictamen, la exposición a longitudes de onda de radiación UVA (340-400 nm) debilita considerablemente los genes que intervienen en la defensa antivírica y antibacteriana.